
La palabra
afiche, que se utiliza en Uruguay y otros países de habla hispana de América del Sur para referirse a una hoja de papel impresa que generalmente se pega sobre un muro de una ciudad con objetivos propagandísticos, es un término de origen francés (affiche) que seguramente fue introducido en estas latitudes por artistas que viajaron a Francia en las primeras décadas del siglo XX a estudiar el arte y el oficio del
afiche. En España se usa la palabra
cartel (que para nosotros tiene otro significado) para referirse a un
afiche. En el idioma inglés se utiliza el término
poster, de ahí que en el argot de los artistas callejeros urbanos se use este anglicismo para referirse al uso artístico del
afiche en el espacio público. El
afiche tal como lo conocemos nace en Europa a principios del siglo XIX, cuando la litografía (proceso de grabado e impresión que posibilita reproducir múltiples ejemplares de una única imagen) se populariza como método de impresión, en un momento de la evolución del capitalismo, en que la necesidad de publicitar los productos fabricados para venderlos comienza a hacerse patente. Fueron muchos los artistas visuales europeos de esa época que se vieron seducidos por este novedoso sistema, y fueron ellos los que originaron un verdadero arte del
afiche, por ejemplo para anunciar espectáculos de teatro, circo o cabaret. El artista francés Jules Chéret fue el precursor dándole protagonismo a la ilustración y subordinando a esta las inscripciones. Sus métodos se extendieron rápidamente por el resto del mundo, de ahí que (como ya se dijo) en Hispanoamérica utilicemos el término
afiche para referirnos a este tipo de obras. Hoy en día el uso comercial del
afiche sigue tan vigente como en esa época, en Montevideo, por ejemplo, hemos asistido en los últimos años a un incremento importante en la cantidad de
afiches pegados en la vía pública. Es que el
afiche es un método barato para promocionar cosas. Desde espectáculos a condones, propaganda política y programas de televisión, todos quieren estar en la calle y así los
afiches se han convertido en algo muy común de nuestra realidad cotidiana. Inmuebles en construcción, construcciones abandonadas, edificios públicos, todo sirve de soporte a la hora de pegatinar. Por la noche, aunque el código penal lo prohíba y mientras los inspectores de la Intendencia Municipal de Montevideo duermen, el pegatinero sale con el engrudo y la brocha a empapelar la ciudad.
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